Zambullida, poemas de Joaquín G Weil

Gracias a Víctor Pérez Benítez por la gentileza.

Al poco tiempo de abrir mi primer centro de yoga en Calle Granada (un lugar precioso con tres balcones a dicha calle y, por el otro lado, una terraza abierta sobre la Alcazaba y el teatro romano) al finalizar una de las clases, le dije a un alumno que había llegado por vez primera: “A ti el yoga no te interesa”. Pues se había pasado la clase como distraído y ausente.

–Es verdad, no me interesa –me respondió–. He venido a conocerte. A mi lo que me interesan son tus poemas.

Se refería al libro de poemas Zambullida, que en el año 2000 José Luís Ruíz Olivares me publicó y que, desde entonces, no había vuelto ver, pues, por algún motivo, me había quedado sin ningún ejemplar conmigo. Y sólo disponía del texto de alguno de ellos, como este Paseo de las botas gruesas.

Pasados 22 años he tenido acceso a algunos ejemplares de este libro. He de decir que volvería a publicar todos los poemas allí impresos, salvo uno. ¿Cuál? Lo dejo en la incógnita por si alguien quiere hacer sus cábalas. Lo que sí tenía olvidado y me ha parecido completa y sorprendentemente mío, del yo que soy ahora, ha sido el prefacio del autor, que aquí anoto para quien quiera leerlo:

DEL AUTOR A SUS LECTORES, “20 veces cielo”

Sostengo desde hace tiempo algunos conceptos muy precisos acerca de lo que deben ser los objetivos de la escritura poética. Son los objetivos que han sido alcanzados por los poetas cuya obra más admiro. Que yo haya conseguido plasmarlos alguna vez en mis poemas es algo que siempre he puesto en duda.

Los objetivos a los que me refiero son la luminosidad y la alegría (energía básica para acciones correctas) perseguidas con formas sorpresivas de la expresión -los brillos del enigma-; esto es, exploraciones en modos nuevos de decir las cosas al encuentro de la vida en el lenguaje.

Escribir un poema trufado de lobreguez o patetismo que resulte efectivo es fácil. No es complicado lograr metáforas aparentemente novedosas en esa gama de la sensibilidad poética.

Del otro lado, a los poemas bienintencionados les gusta nacer ya escritos en un lenguaje y unos tropos, digámoslo así, insípidos y grises. Y no tal vez por causa propia, sino por el desgaste social al que se ven sometidas las palabras.

Así pues, la escritura del poema luminoso y de expresión y viva se presenta como un difícil equilibrio y al alcance de muy pocos

Después de observar con detenimiento muchas de las meritorias actividades en las que se ocupa el ser humano, he llegado a la conclusión de que la poesía es una de las más nobles. La a poesía ya estaba en el principio de los tiempos el hombre la cantaba. También es posible dar con ella al cabo del progreso material que suele desembocar en el hastío de la piscina o el sofá

Más tarde, el editor me hizo ver que ha contabilizado veinte veces la palabra ‘cielo’ en mi poma Esto que había advertido José Luis me habría parecido en principio, y según cánones habituales, algo cercano a un exceso, sin embargo sonó en mis oídos cono un signo de la posible calidad lumínica del total de los poemas que componen Zambillida, cuyo tiempo de escritura comprende casi una década, coincidente con la última del milenio

La cuestión no es tanto que en esos poemas brille el azul esplendente del cielo el elemento acre y terrestre también está presente en ellos-como el hecho de que es la insistencia en el símbolo celeste la que precisamente nos habla de lo más sombrío de la condición humana, algo que yo no quiero negar. Solo pueden ir hacia la luz aquellos que viven en la oscuridad.

La abundancia material no sacia los espíritus, éste es mi apotegma.

Cada uno de nosotros necesita, antes a después, darle una respuesta poética al misterio de la vida y del Universo,

Es necesario saber, a este respecto, si los antañones ideales de luz para el arte y la poesía merecen ser erigidos como un tótem, o si ese tótem es acaso un poste de madera coloreada alzado ante nosotros que no merece ser abrazado.

Quienes convivimos con la poesía, con la escrita o con la que se manifiesta en otros lenguajes, debemos cuidar de no caer en el cansancio, en su cansancio. Cada vez siento más admiración por las expresiones de la sensibilidad poética, o artística, de las personas: ¿Qué son? ¿Qué significan?

Le había mostrado mis poemas a José Luis Ruiz Olivares, que los acogió con generosidad, aunque, como ya he dicho, yo seguía dudando de sus cualidades. -¿Serán lo suficientemente luminosos?-, me preguntaba. No soy yo de los que pretenden añadir más oscuridad a la noche.

Tendencia si: también aspiración y objetivo, pero sin orillar que esta nuestra residencia temporal, esta nuestra condición humana tienen algo o mucho de indeseable. No por otra razón miramos hacia el cielo y la luz.

Decían los griegos y otros pueblos de la Antigüedad que el mundo fue creado cuando los dioses separaron el cielo de la Tierra.

Este es nuestro mundo, el mundo de los hombres, un lugar entre el cielo y la Tierra.

El reconocimiento de la condición terrestre del ser humano no debe darnos licencia para solazarnos en el reino de las sombras. Es precisamente nuestro movimiento hacia la luz el que nos hace descubrir lo que de celeste hay en la Tierra, comenzando, claro está, por el propio cielo, fuente de la luz que todas las cosas del mundo reflejan.

El cielo es azul para todos, ésta es la enseñanza.

El cielo es siempre el mismo en toda época y lugar. En esta Tierra.

J. G. W.

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