Nuestra compañera de tantos años en la práctica del yoga, Lola Valle, ha publicado este excelente libro, del que aquí hago reseña.
Puente hacia el río de la memoria, de la realidad y los sueños
No sé cómo será leer Puente del río Güi sin conocer a su autora, pues a Lola Valle la conozco “desde siempre”, esto es, desde cuando estudiábamos en la Facultad de Letras de San Agustín, con certeza la calle más bella de la ciudad de Málaga, por más que entonces tampoco reparáramos en este evidente hecho.
Soy un lector irregular, lo mismo me paso años sin abrir un libro que me leo varios en una semana. Necesito que los libros me enganchen. Y Puente del río Güi, delicioso complemento de esa bonita obra maestra que es Las manos de mi madre, me ha cautivado. Lo dejo en la mesilla de noche cuando se me cierran los párpados y lo retomo luego al despertarme en la madrugada. Ese es el inconveniente de los libros buenos, que nos duran poco.
Aun antes de que yo lo supiera, necesitaba leer Puente del río Güi de Lola Valle, un libro verdadero que escapa con habilidad de las rutinas literarias, de los tropos y los trucos, los protocolos de seducción del lector por parte de escritores y editores.
Lola Valle logra esa ficción máxima que es la de “crear” una realidad biográfica o histórica. Un giro más arriba, en la escalera de caracol del arte (bien sea de madera o de mármol), donde la grafía latina negro sobre blanco desaparece para proyectar directo en nuestra mente un mundo que, de tan nuestro, parece algo exótico; como los platillos que cocinaba mi abuela de Álora que, de puro autóctonos, se hacían extraños.
Ese mundo de paseros, de sacos de arpillera manchados de las aceitunas tras el vareo, de pulpos pescados con una caña en los pedregales de las desembocaduras de los arroyos y las torrenteras, y luego puestos al sol después de haberles dado la vuelta, los pantalones amarrados con una guita y los mulos tirando de la trilla tras de la siesta del verano al son de las chicharras, a la sombra del puente del río Güi, en la Axarquía, Málaga. Ese mundo yace olvidado ahora tras los plásticos del Mercadona, o de los supermercados que haya por aquellos países del Norte, donde se vendan, a dos euros el kilo, los tomates andaluces cultivados también entre plásticos, a lo que parece aludir la ilustración de la portada de Sabina Huber, en buena edición de Taller del Sur.
Esa realidad axárquica y antigua yace sepultada bajo las capas de plástico de los supermercados y los invernaderos. Plásticos que Lola y sus paisanos, en trabajo voluntario no retribuido, arrancan ente las piedras y las matas secas del río Güi. Limpian el cauce de la memoria, que aflora en sueños, donde los antepasados vienen a custodiar a los vivos, a traerles consuelo y el amparo suficiente que les cure de las injusticias de la guerra, de la pobreza, de la enfermedad o de la grisura ciudadana durante un confinamiento inconstitucional decretado por el gobierno.
Me reconozco en estas páginas. Mi abuelo Augusto también se me apareció durante años, hasta que, por fin, me ayudó a resolver un problemilla que yo tenía en relación con asuntos contables, por más que la estrecha mente racional no lo comprenda, lo cual, sinceramente, poco me importa. Yo le preguntaba: “Abuelo, ¿tú no estabas muerto?” Y él me daba alguna excusa suficiente para que el sueño continuara en su embeleso onírico, que, al mismo tiempo, tenía también un pié en la realidad la cual, como todo el mundo sabe, es sólo la del aquí y el ahora. Los muertos no descansan en paz, sino que trabajan incansables en el auxilio de los vivos, que falta nos hace.
Claro que sí, los muertos conviven entre los vivos, y la realidad del presente se entrelaza y entrevera con los recuerdos y los sueños en la vida de cualquiera. Y esto es algo que pocas veces alcanzamos a comprender, para, acto seguido, olvidarlo de nuevo.
Finalmente la escritura, al menos en los tiempos que corren, es un acto enorme de generosidad por parte de quien la emprende, y también de quien la recibe, para hacer que aflore lo verdadero en un mundo cada vez más “distraído de la distracción por la distracción”, que diría en Four Quartets el poeta americano afincado en Londres T.S. Elliot.
Necesitas leer Puente del río Güi. Necesitamos que, al menos por una vez, la realidad aflore.
Puente del río Güi.
Lola Valle
Ed. Taller del Sur
ISBN 978-84-09-38179-1
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